Quien comparte su vida con un gato, sobre todo las primeras veces, tiende a pensar que ya lo ha visto todo cuando les amasa el pecho o ronronea con los ojos entrecerrados. Pero entonces llega un día en que lo sorprende con el hocico hundido en la colcha de la cama, succionando como si aquello fuera el pecho de su madre. Y la reacción habitual es de alarma y preguntarse por qué un gato adulto se comporta como un gatito.
Sin embargo, es una de las conductas más arraigadas en el repertorio emocional felino y con un origen completamente natural, que no es otro que el reflejo de mamar, el mismo con el que vino al mundo. Lo que ocurre es que en algunos individuos, sin importar su edad, ese impulso no se disipa nunca del todo.
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Eso implica, por ejemplo, asegurarse de que tiene recursos básicos separados, con su zona de comida y de agua, su arenero en un lugar tranquilo, un espacio para dormir y esconderse, y estructuras verticales donde subirse y observar sin ser molestado. También conviene ofrecer enriquecimiento ambiental mediante juegos de caza simulada, rascadores, escondites, momentos de interacción y rutinas estables. Todo ello ayuda a reducir la ansiedad y, en consecuencia, la necesidad de succionar como vía de escape.
En los casos en los que esta conducta se asocia al estrés, puede probarse con difusores de feromonas, que reproducen el olor tranquilizador que los gatos depositan al frotarse con los objetos. Y si nada funciona, el veterinario puede valorar tratamientos farmacológicos temporales para controlar la compulsión, siempre acompañados de un ajuste del entorno y de la rutina.
También importa redirigir la conducta sin castigar. En lugar de quitarle bruscamente la prenda o apartarle de nuestro lado cuando comienza a succionar sobre nosotros, se le puede ofrecer una pieza específica para ese fin, como una camiseta vieja o un peluche que no suelte fibras ni represente riesgo de ingestión. Es decir, seleccionar un “objeto de apego”, con el que pueda canalizar el impulso sin peligro.
Entre la calma y la carencia
En la mayoría de los casos, succionar una manta, una camiseta o incluso la piel humana no tiene nada de patológico. Es un vestigio del periodo de lactancia que se reactiva en momentos de extremo bienestar, del mismo modo que un niño ya crecido puede seguir chupándose el dedo cuando está relajado. Succionar libera endorfinas y genera una sensación de calma profunda. Por eso muchos gatos lo hacen justo antes de dormirse o cuando se acurrucan junto a alguien con quien se sienten seguros.
Pero también puede ser la otra cara de la moneda y tratarse de una forma de gestionar la ansiedad. En gatos que fueron destetados demasiado pronto o separados de su madre antes de las ocho o nueve semanas, la conducta se convierte en un mecanismo de consuelo frente al vacío. Los estudios del equipo de la veterinaria experta en felinos Mikel Delgado, en la Universidad de California, apuntan a esa relación directa entre la interrupción temprana de la lactancia y las conductas de succión dirigida hacia objetos o individuos, que pueden persistir durante toda la vida adulta.
Por otro lado, el entorno también juega un papel clave. En casas con escasez de recursos como pocos escondites, ruidos frecuentes, ausencia de rutinas o conflictos entre gatos, la conducta de succión suele volverse más intensa o compulsiva. El gato busca, literalmente, una vía para autorregularse. De hecho, la línea que separa una conducta de relajación y confianza de un signo de estrés está en la frecuencia y la interferencia con su día a día. Si succiona de manera obsesiva, deja de comer o vomita por ingerir fibras textiles, entonces hay un problema que abordar con el veterinario.
En la mayoría de los casos, succionar una manta, una camiseta o incluso la piel humana no tiene nada de patológico. Es un vestigio del periodo de lactancia que se reactiva en momentos de extremo bienestar, del mismo modo que un niño ya crecido puede seguir chupándose el dedo cuando está relajado. Succionar libera endorfinas y genera una sensación de calma profunda. Por eso muchos gatos lo hacen justo antes de dormirse o cuando se acurrucan junto a alguien con quien se sienten seguros.
Pero también puede ser la otra cara de la moneda y tratarse de una forma de gestionar la ansiedad. En gatos que fueron destetados demasiado pronto o separados de su madre antes de las ocho o nueve semanas, la conducta se convierte en un mecanismo de consuelo frente al vacío. Los estudios del equipo de la veterinaria experta en felinos Mikel Delgado, en la Universidad de California, apuntan a esa relación directa entre la interrupción temprana de la lactancia y las conductas de succión dirigida hacia objetos o individuos, que pueden persistir durante toda la vida adulta.
Por otro lado, el entorno también juega un papel clave. En casas con escasez de recursos como pocos escondites, ruidos frecuentes, ausencia de rutinas o conflictos entre gatos, la conducta de succión suele volverse más intensa o compulsiva. El gato busca, literalmente, una vía para autorregularse. De hecho, la línea que separa una conducta de relajación y confianza de un signo de estrés está en la frecuencia y la interferencia con su día a día. Si succiona de manera obsesiva, deja de comer o vomita por ingerir fibras textiles, entonces hay un problema que abordar con el veterinario.
El gato que busca consuelo
No hay una "cura" porque, en la casi totalidad de los casos, no hay nada que curar. Succionar un tejido blando es para el gato una fuente de placer y tranquilidad, un refugio frente a la sobreestimulación. Lo mejor que puede hacer quien convive con él es no reprimir la conducta, sino entender de dónde viene y ofrecerle un entorno que satisfaga sus necesidades de seguridad.
No hay una "cura" porque, en la casi totalidad de los casos, no hay nada que curar. Succionar un tejido blando es para el gato una fuente de placer y tranquilidad, un refugio frente a la sobreestimulación. Lo mejor que puede hacer quien convive con él es no reprimir la conducta, sino entender de dónde viene y ofrecerle un entorno que satisfaga sus necesidades de seguridad.
Eso implica, por ejemplo, asegurarse de que tiene recursos básicos separados, con su zona de comida y de agua, su arenero en un lugar tranquilo, un espacio para dormir y esconderse, y estructuras verticales donde subirse y observar sin ser molestado. También conviene ofrecer enriquecimiento ambiental mediante juegos de caza simulada, rascadores, escondites, momentos de interacción y rutinas estables. Todo ello ayuda a reducir la ansiedad y, en consecuencia, la necesidad de succionar como vía de escape.
En los casos en los que esta conducta se asocia al estrés, puede probarse con difusores de feromonas, que reproducen el olor tranquilizador que los gatos depositan al frotarse con los objetos. Y si nada funciona, el veterinario puede valorar tratamientos farmacológicos temporales para controlar la compulsión, siempre acompañados de un ajuste del entorno y de la rutina.
También importa redirigir la conducta sin castigar. En lugar de quitarle bruscamente la prenda o apartarle de nuestro lado cuando comienza a succionar sobre nosotros, se le puede ofrecer una pieza específica para ese fin, como una camiseta vieja o un peluche que no suelte fibras ni represente riesgo de ingestión. Es decir, seleccionar un “objeto de apego”, con el que pueda canalizar el impulso sin peligro.
Un comportamiento que habla de vínculos
Aunque suene paradójico, el gato que succiona la ropa no está mostrando un déficit, sino una forma muy visible y expresiva de apego. Para muchos felinos, el gesto significa exactamente eso, el recuerdo de la calma que suponía el amamantamiento con su madre, pero trasladado a la seguridad de su nuevo hogar. Por eso no es raro que lo hagan justo cuando se tumban sobre las personas de referencia o sobre la cama donde suelen dormir juntos.
En ese sentido, la conducta también nos habla de la relación interespecífica, ya que, a menudo, los gatos que ven en su cuidador una figura de protección repiten con él los gestos que un día dirigieron a su madre.
Aunque suene paradójico, el gato que succiona la ropa no está mostrando un déficit, sino una forma muy visible y expresiva de apego. Para muchos felinos, el gesto significa exactamente eso, el recuerdo de la calma que suponía el amamantamiento con su madre, pero trasladado a la seguridad de su nuevo hogar. Por eso no es raro que lo hagan justo cuando se tumban sobre las personas de referencia o sobre la cama donde suelen dormir juntos.
En ese sentido, la conducta también nos habla de la relación interespecífica, ya que, a menudo, los gatos que ven en su cuidador una figura de protección repiten con él los gestos que un día dirigieron a su madre.
Fuente: 20Minutos
