Hay artistas que se inventan a sí mismos y otros que se documentan para no olvidarse. Juan Gabriel hizo ambas cosas. Desde muy joven, mientras la mayoría apenas soñaba con un escenario, Alberto Aguilera Valadez ya había tomado la cámara para registrar su propio camino.
Fue así como el artista filmó, grabó y guardó cientos de horas de material. Se registró frente al espejo, en camerinos, entre ensayos, al amanecer, en soledad, con sus hijos y rodeado de amigos o fans. Durante cuatro décadas acumuló una memoria visual inmensa: cintas de Súper-8, videos en VHS, grabaciones en Betacam, Mini DV, fotografías, audios caseros y hasta llamadas telefónicas.
Todo eso —más de mil horas de material que él mismo reunió sin saber que sería su testamento artístico— se convierte ahora en el corazón de Debo, puedo y quiero, la serie documental de cuatro episodios que llega a Netflix este 30 de octubre bajo la dirección y curaduría de María José Cuevas.
La producción comparte una mirada del artista que él mismo captó / Especial
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